Desde muy temprana edad, se te inculca el hábito de compararte. En principio con tu entorno más cercano, ya sea en la familia, con hermanos o primos, o en la escuela, con compañeros a los que se les considera «más listos» o «más tontos». Estas comparaciones suelen tener como objetivo ensalzarte o menospreciarte en relación con los demás, y si no eres consciente, esta práctica puede ensombrecer tu vida durante la adolescencia y la adultez.
Cuando te comparas y crees ser mejor o superior a los demás, tu ego se fortalece y no te permite tener una visión equilibrada de ti misma. Tu autoconcepto puede distorsionarse y puedes comenzar a tratar a los demás desde una posición de superioridad e incluso de manera despectiva y abusiva.
Por otro lado, cuando te comparas y te sientes inferior a los demás, tu autoestima se resiente, ya que no valoras tus propias capacidades ni te das cuenta de todo tu potencial innato o de las habilidades que has desarrollado a lo largo del tiempo a través de estudios, formaciones y experiencias vividas.
Si bien es cierto que compararte puede ayudarte a evaluar tu nivel de conocimiento y logros en relación con los demás, es importante que esta comparación no te haga sentir ni inferior ni superior o te lleve a someterte ni a sentirte expuesto. Ten en cuenta que siempre habrá alguien más guapa, más inteligente, más limpia o más fuerte que tú.
La comparación es algo habitual y en la actualidad, con las redes sociales, se ha vuelto un clásico. Con frecuencia, ves las increíbles vacaciones de los demás, lo felices que parecen ser, los lujosos regalos que reciben, los elegantes restaurantes que visitan, etc. Ver todo esto puede ser agradable, excepto cuando te hace sentir inferior o te hace creer que ellas tienen mucha suerte y tú no. Sin embargo, puedes darle la vuelta y utilizarlo como motivación para alcanzar tus metas si eso lo que deseas. Por ejemplo, si deseas hacer un viaje a Hawái, pregúntate qué debes hacer para lograrlo. ¿Cuál es el primer paso que debes dar? ¿Y cuál sería el segundo? Así es como cumples los sueños, paso a paso, enfocándote en lo que estás haciendo, tomando acción y manteniendo la motivación interna hasta que llegue el momento de disfrutar de tu viaje. Si admiras cómo alguien habla en público y te gustaría hacerlo también, podrías inscribirte en un curso de oratoria. Si deseas tener un bolso de diseño en lugar de uno de mercadillo pero crees que no tienes suficiente dinero, comienza por controlar y organizar tus gastos para poder ahorrar poco a poco hasta que puedas comprar el bolso que tú quieres. Si deseas convertirte en una gran corredora, comienza por correr un kilómetro al día y luego aumenta la distancia gradualmente. Además, quiero dejarte claro que te lo mereces todo, así que a por ello.
Para lograr la paz interior, es fundamental dejar de compararte con los demás. En su lugar, puedes enfocarte en compararte contigo misma, con tu versión anterior. Este enfoque será mucho más productivo y satisfactorio, ya que te permitirá evaluar tu crecimiento personal y celebrar tus logros individuales.
Es importante estar pendiente de este tema todos los días, hasta convertirlo en un hábito. Si te despistas, caerás de nuevo en la trampa de la comparación. Recuerda que eres perfecta tal como eres y si hay algo que no te gusta, solo depende de ti cambiarlo. Tú eres la única responsable de tu propio camino y de alcanzar la versión más plena y auténtica de ti misma.
Una vez que hayas interiorizado esta lección, puedes transmitirla a tus hijos. Enséñales a no compararse con los demás o acompáñalos si lo hacen, desde tu propio entendimiento y experiencia, para que les afecte lo menos posible.
La comparación constante con los demás puede tener un impacto negativo en tu vida y en tu autoestima. Para encontrar la paz interior, deja de compararte y en su lugar enfócate en tu crecimiento personal y en ser la mejor versión de ti misma.
Recuerda: eres única y mereces todo lo que deseas. ¡Ve tras ello con determinación y confianza!
Te envío un abrazo enorme.
Por Diana Alí Ocaña
Revisión: Eva Ramírez